Nos reímos a carcajadas, sacamos nuestros ojos casi de las órbitas cuando nos sorprendemos o asustamos por algo y hasta ponemos morritos en los selfies. Todas estas acciones son políticamente correctas, pero ¿qué pasaría si nos viéramos haciéndolas? Si nos pusiéramos delante de un espejo a representar estas actividades, veríamos como nuestro rostro cambia.
Y es entonces cuando daríamos respuesta a muchas de las preguntas que nos hacemos al mirarnos cara a cara a nosotras mismas: ¿Qué es eso que tengo en la cara? ¿Es una arruga? Parece que el mundo se derrumba a nuestros pies cuando descubrimos una marca extraña en nuestro rostro. Pero tranquila, no son arrugas, son las llamadas líneas de expresión (mal llamadas arrugas de expresión).